Que el tenis chileno está viviendo un momento dulce ya no es novedad para nadie. Pero lo que está haciendo Nicolás Jarry en el pasto sagrado de Wimbledon 2025 es para contarlo una y otra vez. Viniendo desde abajo, desde esa qualy dura y silenciosa, el Nico ha pegado dos zarpazos que han hecho eco en todo Londres.
Ha demostrado que no solo sabe sufrir, también puede pasarle por encima a cualquiera que se le cruce. Parece que, por fin, esa madurez que tanto esperábamos ha llegado para quedarse.
Una remontada para la historia y el fin de una maldición
El primer partido pintaba para un adiós tempranero. Al frente estaba el danés Holger Rune, el octavo mejor del mundo, un cabro lleno de talento. Y, la verdad sea dicha, durante casi dos horas el guión se cumplió a la perfección. Rune se llevó los dos primeros sets con una facilidad pasmosa. Desde casa, muchos ya pensábamos “otra vez la misma historia”. El fantasma de las derrotas en cinco sets en Grand Slams volvía a aparecer.
Pero algo cambió en la cabeza de Nicolás Jarry. En lugar de rendirse, sacó una garra que contagió. Se aferró a su saque como si la vida se le fuera en ello. Empezó a pegar más profundo, a mover al danés, y se llevó el tercer set. Ahí descolocó a Rune, quien incluso necesitó atención médica.
Nico olió la sangre y no perdonó. Forzó el quinto set y, con el corazón en la mano, quebró en el momento justo para sellar una victoria épica. Fue más que un triunfo; fue sacarse de encima una mochila pesadísima y gritarle al mundo que está para grandes cosas.
Una declaración de dominio absoluto
Si lo de Rune fue una batalla de corazón, el partido contra el gringo Learner Tien fue un monólogo. Una verdadera paliza, para qué andamos con cosas. El Nico entró a la cancha central con el cuchillo entre los dientes y demolió a su rival en menos de dos horas. El marcador de 6-2, 6-2, 6-3 lo dice todo. Fue una exhibición de poder y control que dejó a todos con la boca abierta.
Las estadísticas de ese partido son una locura. Conectó casi todos sus primeros saques y ganó la gran mayoría de esos puntos. Además, no le dieron ni una sola oportunidad de quiebre. ¡Ni una! Jugó un tenis agresivo pero inteligente, con 31 tiros ganadores y poquísimos errores.
Este partido demostró que Nicolás Jarry no solo gana luchando desde atrás. También sabe imponer sus términos y anular por completo al rival. Esa capacidad para ganar de dos formas tan distintas es la verdadera marca de su nueva jerarquía.
La anatomía de un arma letal
El éxito del Nico en el pasto tiene una explicación bastante clara. Se basa en una combinación perfecta entre su físico, una técnica de saque pulida y la herramienta que usa para canalizar toda su fuerza. Su servicio, con un movimiento más corto y simple, le da una consistencia tremenda. Para un tipo que mide más de dos metros, esto es una ventaja gigante. Sobre todo en césped, donde la pelota pica y se va rapidísimo, su saque se vuelve casi indescifrable.
Curiosamente, su raqueta no es para generar más potencia, sino para controlarla. Usa una Wilson Blade 98, conocida por dar mucha sensación y estabilidad. Él no necesita que la raqueta le dé fuerza; eso le sobra. Lo que necesita es dirigir esa potencia con precisión. Este es el secreto para meter tantos tiros ganadores sin cometer una montaña de errores.
La batalla interior y el ranking “mentiroso”
Pero nada de esto sería posible sin el tremendo trabajo mental que ha hecho. Tras ganarle a Rune, el propio Jarry confesó que tuvo que luchar contra “todos los malos pensamientos en mi cabeza, todos los demonios”. Esta lucha ha sido real. Durante el último año, ha lidiado con problemas de salud que afectaron su equilibrio y visión, una adversidad que pone su rendimiento en otra perspectiva.
Además, su ranking antes del torneo (143°) podría haber hundido a cualquiera. Pero él fue inteligente y lo dijo claro: “Mi ranking miente hoy en día más que nunca”. Al no dejar que un número definiera su confianza, jugó como el tenista top 20 que alguna vez fue. Se convenció a sí mismo de que podía ganarles a los mejores y ahora lo está demostrando en la cancha. La jerarquía que vemos en el césped es el reflejo de una fortaleza mental construida a pulso.
Imponiendo un nuevo orden en la élite
Ahora se viene un desafío sudamericano contra la joya brasileña, Joao Fonseca. Un partido que promete según las predicciones de confianza, con dos estilos diferentes. Pero más allá de lo que pase, el Nico ya ganó. Su paso por Wimbledon ha sido un golpe en la mesa. Con estas victorias, su ranking se disparará y es casi seguro que volverá a meterse entre los 100 mejores del mundo.
Eso significa volver a los cuadros principales de los grandes torneos y competir semana a semana con la élite. La campaña de Nicolás Jarry en Londres 2025 es la confirmación de que está de vuelta. Ha impuesto un nuevo orden, demostrándose a sí mismo, que es lo más importante, que tiene la fuerza y la convicción para ser un protagonista de peso en el circuito. La Torre de Santiago se alza con más fuerza que nunca en la Catedral del Tenis.